Posiblemente lo más trascendente de Darwin es que nos permitió tener una interpretación distinta de la naturaleza. Esa idea principal y revolucionaria es la que suele ser atacada por grupos de terroristas culturales desde diversos lugares del mundo. Por ello posiblemente uno de los mejores honores que se podría hacer en este día es promover el conocimiento científico en cualquiera de sus temas o refutar las agresiones que pretenden detener el conocimiento, como publiqué este artículo respecto del creacionismo del estado italiano.
Sin embargo, y para no repetir otras buenas contribuciones de este día, voy a referirme acerca de las observaciones de Darwin acerca del clima y los procesos geológicos en la provincia de Buenos Aires.
Durante su célebre viaje Darwin estuvo varios días en las pampas bonaerenses, en esa ocasión incluso llegó a conocer a Juan Manuel de Rosas. Uno de sus comentarios más destacados de esa parte del relato se refiere a lo que fue llamado La Gran Seca.
* (Imagen por gentileza de Marcos Saucedo)
La presencia de Darwin en la pampa coincidió con el último tramo de la Pequeña Edad de Hielo un período inusualmente frío que se inició en el Siglo XIV y terminó alrededor de 1850. Su travesía, además, fue durante un lapso particularmente frío ocasionado por una disminución marcada de la radiación solar, llamado Mínimo de Dalton. En el Hemisferio Norte la disminución de la temperatura estuvo acompañada de grandes lluvias. Pero en el Hemisferio Sur la Pequeña Edad de Hielo se caracterizó por largas sequías interrumpidas por lluvias fuertes e inundaciones.
Esas sequías produjeron en varias ocasiones la mortandad de masiva de animales, por ejemplo en el período 1800-1810, o en 1749 cuando un cura relata que:
“El año (1)749. hubo grande sequia, y falta de agua en las Pampas; concurrían á sus acostumbrados abrevaderos los Baguales, y como no hallaban agua, caian muertos de sed, trepando unos sobre los otros, de manera que sus cadáveres formaron tan exesivos montones, que parecian Lomas ó colinas altas”. J. Sánchez Labrador, 1772.
La experiencia de Darwin fue casi unos cien años después. En "Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo" relató lo siguiente acerca de la Gran Seca:
"El período comprendido entre los años 1827 y 1832 se llama el «gran seco», o la gran sequía.
Durante ese tiempo fue tan escasa la lluvia caída, que no creció ninguna planta, ni siquiera cardos; los arroyos se secaron, y todo el país tomó el aspecto de un polvoriento camino carretero. Así ocurrió especialmente en la parte septentrional de la provincia de Buenos Aires y meridional de Santa Fe. Pereció un gran número de aves, animales silvestres, ganado vacuno y caballar por falta de alimento y agua. Un hombre me dijo que los ciervos solían meterse en su corral a buscar la poza que se vio obligado a cavar para proveer de agua a su familia y que las perdices apenas tenían fuerza para huir volando cuando se las perseguía. El cálculo más bajo supone que se perdieron sólo en la provincia de Buenos Aires un millón de cabezas."
"Un testigo de vista me refirió que el ganado vacuno, en rebaños de millares, se precipitó en el Paraná, y, exhausto por el hambre como estaba, no pudo encaramarse a los bancos de cieno, y así, pereció ahogado. El brazo del río que corre junto a San Pedro estaba tan lleno de cadáveres en putrefacción, que, según me dijo el patrón de un barco, el hedor le hacía de todo punto infranqueable. Indudablemente, varios cientos de miles de animales perecieron así en el río; viéronse sus cuerpos ya podridos flotar arrastrados por la corriente, y muchos, según todas las probabilidades, quedaron sepultados en el estuario del Plata."
Más allá de esta descripción, se presenta muy interesante la interpretación que hizo Darwin acerca de las consecuencias de este fenómeno natural catastrófico, en un pasaje que, además de mostrar su genio, parece anunciar la filosofía de sus escritos posteriores:
"Después de la sequía de 1827 a 1832 siguió una época de lluvias copiosísimas, que causaron inundaciones. De donde podemos inferir casi con gran certeza que algunos millares de esqueletos quedaron sepultados por los arrastres de tierras del año inmediato. Si un geólogo viera tan enorme colección de huesos de toda clase de animales y de todas las edades, encastrados así en una espesa masa de tierra, ¿qué pensaría de todo ello? ¿No lo atribuiría a un diluvio que hubiera barrido la superficie de la tierra, antes que al curso natural de las cosas?"
Posiblemente este enfoque de Darwin sea uno de sus mayores legados: interpretar a la naturaleza sin condimentos sobrenaturales.
Pero esta historia no termina. En un caso ligeramente similar a su predicción de un organismo libador de larguísima probóscide de una orquídea de Madagascar, resulta que científicos actuales hallaron e interpretaron una acumulación de esqueletos de la Gran Seca.
Durante el año 2008 se publicó un estudio de un yacimiento paleontológico cuyos esqueletos tienen evidencias que se corresponden con una mortandad masiva y catastrófica de ganado. Lo interesante es que las características del depósito, como predijo Darwin, indican los efectos de una sequía seguida de una inundación. Se trata de un gran conjunto de esqueletos de vacas, caballos y ovejas en una pequeña barranca lindera al río Salado, en el partido de Chascomús. Los huesos ocupan un área de unos 70 metros y se disponen en una zona que, en la época, era favorable para que el ganado se acerque a abrevar en el río durante los años de sequía.
Por la complejidad del estudio se asociaron varios paleontólogos con los miembros del Laboratorio de Tritio y Carbono 14 de la Universidad Nacional de La Plata. De este modo estudiaron las características de los huesos y también los fecharon aplicando una técnica refinada que permitió asignar el conjunto óseo a un lapso comprendido entre el año 1827 y 1830, lo cual corresponde con la Gran Seca de la que fue testigo el joven Darwin.
Pero, lo particularmente interesante de este estudio fue que sus resultados coinciden con la interpretación del sabio inglés: "... al curso natural de las cosas..."
Afortunadamente Darwin se equivocó en su primer alternativa: "...un diluvio que hubiera barrido la superficie de la tierra...", aunque seguramente esta opción sería la preferida por los grupos creacionistas de todo el mundo, como los que escribieron el libro financiado por el estado italiano.
1 comentario:
Muy interesante. Gracias por publicarlo.
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