

Boletín editado por Carlos Quintana donde se publica información relacionada con la difusión del conocimiento científico y se alerta sobre el fraude de las pseudociencias en la ciudad de Mar del Plata. Si deseas recibir un aviso de las actualizaciones, participar, denunciar algun caso o solicitar información escribí a quintanamdp@gmail.com
Sagan junto a un modelo de la nave Viking
Recordemos un célebre fragmento del libro "El Mundo y Sus Demonios" en el que Sagan muestra su claridad y simplicidad para expresar ideas complejas, y al final, un video en el que James Randi recuerda a su amigo Carl:
«En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca.» Supongamos (sigo el método de terapia de grupo del psicólogo Richard Franklin) que yo le hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!
—Enséñemelo —me dice usted.
Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.
—¿Dónde está el dragón? —me pregunta.
—Oh, está aquí —contesto yo moviendo la mano vagamente—. Me olvidé de decir que es un dragón invisible.
Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.
—Buena idea —replico—, pero este dragón flota en el aire.
Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.
—Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor. Se puede pintar con spray el dragón para hacerlo visible.
—Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.
Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará.
Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible,incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento concebible válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspiramos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo.
Lo único que ha aprendido usted de mi insistencia en que hay un dragón en mi garaje es que estoy mal de la cabeza. Se preguntará, si no puede aplicarse ninguna prueba física, qué fue lo que me convenció. La posibilidad de que fuera un sueño o alucinación entraría ciertamente en su pensamiento.
Pero entonces ¿por qué hablo tan en serio? A lo mejor necesito ayuda. Como mínimo, puede ser que haya infravalorado la falibilidad humana.
Imaginemos que, a pesar de que ninguna de las pruebas ha tenido éxito, usted desea mostrarse escrupulosamente abierto. En consecuencia, no rechaza de inmediato la idea de que haya un dragón que escupe fuego por la boca en mi garaje. Simplemente, la deja en suspenso. La prueba actual está francamente en contra pero, si surge algún nuevo dato, está dispuesto a examinarlo para ver si le convence. Seguramente es poco razonable por mi parte ofenderme porque no me cree; o criticarle por ser un pesado poco imaginativo... simplemente porque usted pronunció el veredicto escocés de «no demostrado».
Imaginemos que las cosas hubieran ido de otro modo.
El dragón es invisible, de acuerdo, pero aparecen huellas en la harina cuando usted mira.
Su detector de infrarrojos registra algo. La pintura del spray revela una cresta
dentada en el aire delante de usted. Por muy escéptico que se pueda ser en cuanto a la existencia de dragones —por no hablar de seres invisibles— ahora debe reconocer que aquí hay algo y que, en principio, es coherente con la idea de un dragón invisible que escupe fuego por la boca.
Ahora otro guión: imaginemos que no se trata sólo de mí.
Imaginemos que varias personas que usted conoce, incluyendo algunas que está seguro de que no se conocen entre ellas, le dicen que tienen dragones en sus garajes... pero en todos los casos la prueba es enloquecedoramente elusiva. Todos admitimos que nos perturba ser presas de una convicción tan extraña y tan poco sustentada por una prueba física. Ninguno de nosotros es un lunático. Especulamos sobre lo que significaría que hubiera realmente dragones escondidos en los garajes de todo el mundo y que los humanos acabáramos de enterarnos. Yo preferiría que no fuera verdad, francamente.
Pero quizá todos aquellos mitos europeos y chinos antiguos, sobre dragones no eran solamente mitos...
Es gratificante que ahora se informe de algunas huellas de las medidas del dragón en la harina. Pero nunca aparecen cuando hay un escéptico presente. Se plantea una explicación alternativa: tras un examen atento, parece claro que las huellas podían ser falsificadas.
Otro entusiasta del dragón presenta una quemadura en el dedo y la atribuye a una extraña manifestación física del aliento de fuego del dragón. Pero también aquí hay otras posibilidades. Es evidente que hay otras maneras de quemarse los dedos además de recibir el aliento de dragones invisibles. Estas «pruebas», por muy importantes que las consideren los defensores del dragón, son muy poco convincentes.
Una vez más, el único enfoque sensato es rechazar provisionalmente la hipótesis del dragón y permanecer abierto a otros datos físicos futuros, y preguntarse cuál puede ser la causa de que tantas personas aparentemente sanas y sobrias compartan la misma extraña ilusión.
Alberto de la Torre
Sin dudas fue la presentación de libro que más interés causó en nuestra ciudad con una inusitada afluencia de más de 150 personas. Es realmente extraordinaria esta cantidad de público para la presentación de un libro, de ateísmo, escrito por un físico, un martes a la noche en Mar del Plata, en medio de un temporal. Asistimos público en general, docentes de distintos niveles de la enseñanza, representantes de organizaciones sociales, amigos, ex concejales, directores de bibliotecas, estudiantes, artistas plásticos, un ex rector de la universidad nacional, docentes de las facultades de Ingeniería, Ciencias Exactas, Derecho, Arquitectura, Psicología y Humanidades, integrantes de diversas religiones (al menos de la católica, islámica y judía) y, por supuesto, miembros de la Asociación Civil Ateos Mar del Plata de la cual de la Torre es su vicepresidente.
La presentación contó con los comentarios introductorios del Dr. Celso Aldao y del Dr. Manuel Comesaña, físico y filósofo respectivamente quienes dieron su opinión acerca del contenido y orientación del libro. Comesaña resaltó la calidad y rigurosidad de la obra, pero expresó su desacuerdo acerca del valor ético del ateísmo que plantea de la Torre en su libro, lo cual seguramente será un buen pretexto para debatir en profundidad. Brevemente el autor respondió lo que expresa en la página 16 “Los ateos tienen una ética superior, no basada en el miedo al infierno sino fundamentada en el bien común: propio y ajeno” es decir, que los ateos hacemos el bien porque está bien y no por miedo o por especular con premios. También recalcó que lo superior es esa ética del ateo y no el ateo en sí mismo ya que hay mucha diversidad de ateos, algunos detestables y otros admirables.
Dogma y Yugo. La obra del grupo CarneServida que ilustra la tapa del libro
El contenido y enfoques del libro están bien resumidos en su reseña:
Después de que la biología propuso que la vida se desarrolló en la Tierra sin requerir un dios creador, la física intentó demostrar que también el universo puede existir sin intervención sobrenatural. Universo sin dioses del reconocido físico Alberto C. de la Torre, no rehuye la polémica y redobla esta propuesta desde la ciencia para convertirla en un compromiso sincero
En la primera parte del libro, expone, a la manera del ensayo de opinión, numerosos argumentos teológicos y filosóficos relacionados con la existencia de Dios. El análisis de diferentes formas de creencia en la existencia de lo sobrenatural, le permite a su autor, llegar a pensar que la sola existencia de Dios, en casi todas sus versiones, es innecesaria y, en cierta medida, imposible.
En la segunda parte de Universo sin dioses, explica, de manera accesible al lector sin formación en física, los recientes resultados de la ciencia que permiten, por primera vez en la historia, concebir racionalmente la posibilidad de la existencia del universo sin la intervención de un creador.
De la Torre considera que estos hallazgos, aún no definitivos y con algunas importantes brechas, serán consolidados con los avances de la física del siglo XXI, de manera que toda persona tenga la posibilidad cierta de ser atea. Sin embargo, para que dicha posibilidad pueda transformarse en una necesidad, es requerido adoptar nuevamente cierta posición ética que muchos pensadores han abandonado.
Es por eso que su autor apuesta fuertemente por una "irracional confianza en el poder transformador de la razón".
Luego de los interesantes comentarios de Aldao, Comesaña y de la Torre se abrió un breve, brevísimo, espacio para preguntas del público.
Los integrantes de las diversas religiones se mantuvieron respetuosos de la diversidad de ideas, ciertamente opuestas a su ideología, excepto el católico. La primera pregunta la efectuó el ingeniero Julio González Lelong miembro activo del Opus Dei (al menos durante los años 80) y siempre inseparable de su mamá. Con un rictus de “no puedo digerir esto” le preguntó a de la Torre sobre a qué Dios se refería en su libro para descalificar su existencia. La respuesta obvia del autor fue que hay muchas ideas de Dios, que las niega a todas, pero que su respuesta sería más completa si él mismo define qué idea de Dios tiene e involucra en su pregunta. Curiosamente el propio González Lelong luego de balbuceos no pudo definir a Dios (debería volver a cursar su catequesis) y pasó al viejo método usado contra Darwin hace 150 años: cuestionar al autor intentando desacreditar el uso de la ciencia (en esta caso la física) para explicar el universo.