mayo 09, 2009

Glifosato ¿otro caso como el de la Crotoxina?

Carlos A. Quintana (Ver al final, actualización del 15 de mayo de 2010) (Ver actualización del 4 de abril de 2011) Durante 1986 la sociedad argentina fue sensibilizada con el descubrimiento de la cura del cáncer. Los médicos Juan Carlos Vidal, Luis Costa, Carlos Coni Molina y Guillermo Hernández Plata de un grupo de investigación del CONICET hicieron un anuncio de prensa. Esto desembocó en la creencia que sus investigaciones demostraban la remisión de células cancerosas usando crotoxina en pacientes humanos. La cura del cáncer era posible y, además, lograda por un grupo de argentinos desconocidos que investigaron con pocos recursos y en las sombras. Era la exégesis del "ser nacional" y del "lo arreglamo con alambre" que le daba una bofetada intelectual a los grandes centros de investigación que gastaban millones de dólares y aparatos sofisticados sin resultados. Hasta íbamos a pagar la deuda externa con las regalías. Pero las investigaciones no eran oficialmente del CONICET, no tenían permiso para aplicar su producto en humanos, no publicaron sus investigaciones en revistas científicas, no siguieron los protocolos de seguridad exigidos para medicamentos, no expusieron sus resultados y metodología a la revisión de colegas y fraguaron planillas con el membrete de Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires. Todo era falso y actualmente se considera el fraude científico más resonante de América Latina. Hace pocas semanas un investigador del CONICET anunció que había demostrado que el Glifosato causa terribles perjuicios a los seres humanos ya que puede producir malformaciones neuronales, intestinales y cardíacas. Este caso es notablemente parecido al de la Crotoxina en su mecanismo de publicación y trascendencia: fue anunciado a la prensa, no fue publicado en medios científicos, y genera gran sensibilidad social.

¿Por que es importante que no haya sido publicado en medios científicos antes de anunciarlo a la prensa? Para quienes no están vinculados al sistema científico puede parecer un mero paso burocrático que el resultado de una investigación no haya pasado por una publicación formal o no haya sido expuesto en un congreso de la especialidad. Sin embargo se trata de un requisito trascendente que garantiza en gran parte la calidad de una investigación. Cuando un investigador expone su trabajo frente a sus pares, es decir otros científicos que saben del tema específico, pasa a ser excrutado en el modo en que planteó el problema, en el modo en que realizó experimentos para analizar el problema, cómo obtuvo los resultados y si las conclusiones son consistentes con todo lo demás. Las revistas científicas, al menos las serias, cuentan con un comité de jurados que analizan minuciosamente cada informe de investigación antes de ser publicados. Ese "filtro" evalúa la investigación y rechaza o acepta el informe para ser publicado. En este proceso es habitual que se propongan modificaciones para mejorar el manuscrito. Veamos, para hacer una analogía: es similar a cuando un alumno un exámen. Antes que se realice la corrección del profesor el alumno no dice "aprobé con 10" . Nadie tomaría como suficientemente válida una afirmación cómo esa sin la evaluación del docente. Si fuera así todos aprobaríamos, incluso los que no estudian para el examen. A pesar del exigente sistema de evaluación de publicación de resultados científicos ocasionalmente se filtran fraudes incluso en revistas con procesos rigurosos. Pero estos casos son extraordinarios y finalmente el fraude es descubierto por la propia comunidad científica. Es equivalente al profesor que se equivoca cuando corrije. Una afirmación científica no adquiere el estado de hecho científico cuando se la anuncia sino cuando se la demuestra. Aún así, los hechos confirmados científicamente siempre están sujetos a revisión, no son absolutos. Entonces, la confrontación de una investigación en el medio científico es excluyente para tener una idea de la verosimilitud de las conclusiones porque se conoce todo el proceso que llevó a la conclusión y no sólo la conclusión. Además, con este proceso se garantiza que cualquiera que dude pueda repetir el experimento, lo cual es una condición básica del conocimiento científico. En este caso el investigador destaca un medio periodístico sobre las publicaciones científicas y cuestiona al sistema al cual pertenece " –Se acusa a su investigación de no estar validada en una publicación científica. –Es una chicana barata, de cuarta, que sólo muestra el temor de las empresas. En el mundo científico es sabido que la validación de un trabajo no se da por su publicación en una revista del sector." Este ataque contra la ciencia y su sistema de divulgación resultan curiosos en tanto que su currículum manifiesta que ha usado reiteradamente esos canales que ahora cuestiona para hacer conocer sus investigaciones. De hecho el propio investigador luego destaca el reaseguro del sistema de publicaciones científicas ya que en caso que se cuele un fraude es el propio sistema el que lo detecta y denuncia: "Es más, los científicos somos testigos de errores e incluso fraudes que se publican en revistas especializadas. Muchas veces se publica algo y luego se demuestra que es erróneo."


¿Cómo se haría para detectar un fraude si los científicos sólo anunciaran sus resultados a la prensa como en este caso? En el caso de la crotoxina los resultados se dieron primero a la prensa, luego cuando una comisión del CONICET analizó el informe se demostró que además de decenas (si: decenas) de fraudes científicos (es decir mentiras e inventos de resultados) los médicos que anunciaron la cura del cáncer no siguieron los protocolos especiales para investigaciones que involucran a humanos y que tiene que ver con cuestiones de ética. Las pseudociencias tienen rasgos en común, a pesar de que son muy diversas, uno de esos rasgos es la proclamación de grandes descubrimientos fuera del ámbito científico, normalmente en medios de prensa. Además del caso crotoxina fue famoso el caso de los físicos Pons y Fleishmann que anunciaron que habían logrado la fusión fría, es decir un método barato y no contaminante que resolvía todos los problemas de energía de la humanidad. Nadie, ni ellos mismos, pudieron repetir el experimento convirtiéndose en otro paradigma de los fraudes científicos. Hace unos pocos años en Mar del Plata un vecino también anunció a la prensa que había resuelto los mismos problemas de energía pero con una máquina de movimiento perpetuo. El análisis de científicos demostró el engaño. Este caso no se puede encuadrar como fraude científico porque el perpetrador no es un científico. Con este caso del glifosato ocurre exactamente lo mismo: el anuncio público antes que la evaluación de pares. Aprobar el examen antes de ser corregido. Pero hay otra similitud con el caso crotoxina: en principio se dio la información como que era responsabilidad del CONICET, pero luego el propio investigador tuvo que desmentirlo: el científico pertenece al CONICET pero la investigación la realizó de modo independiente. Como en el caso crotoxina, las investigaciones fueron realizadas sin el contralor de alguna institución académica. Cuando comienzan las dudas aparecen las teorías conspirativas. La cura del cáncer o el descubrimiento de un veneno usado masivamente no pasa desapercibido y los científicos están entrenados a preguntar ¿por qué? Es la duda que permite el avance del conocimiento, pero ningún científico pudo conocer porqué el glifosato es perjudicial para la salud porque nadie pudo conocer cómo se desarrolló la investigación. Es una duda razonable, pero rápidamente surgió la teoría conspirativa frente a quienes dudaron: "se quiere tapar todo porque perjudica a las productoras de Glifosato y a la industria multinacional de la soja transgénica".


Cuando un periodista le pregunta al investigador responsable del anuncio acerca de la aparente dificultad de publicar en medios especializados, responde "–Porque no hay canales institucionales confiables que puedan receptar investigaciones de este tipo, con poderosos intereses en contra..." Es difícil creer que todas las editoriales científicas del mundo estén complotadas contra este investigador. Aún siendo así, puede publicar su informe completo en internet y que cada uno lo pueda analizar. En la ocasión del caso de la Crotoxina se afirmaba que los "héroes argentinos" eran atacados por las multinacionales farmacéuticas que se verían perjudicadas en la venta de sus productos contra el cáncer. Los "descubridores" de la fusión fría o de la máquina de movimiento perpetuo marplatense serían atacados por las multinacionales petroleras. Es un libreto escrito hace mucho. Como en otros casos que resultaron fraudes científicos la teoría conspirativa trascendió hacia el propio sistema científico al que pertenece el protagonista cuestionando el valor de las ediciones científicas. En síntesis, hasta la fecha, ningún investigador independiente pudo analizar si lo dicho en la prensa tiene algún grado de verosimilitud, no se publicó en medios académicos especializados que evalúan diversos aspectos del informe, el estudio no fue insertado en proyectos de instituciones a las que pertenece el investigador, frente a las dudas surgió la teoría conspirativa externa e interna al medio científico. Además el propio responsable dos semanas después del anuncio admitió que la investigación está inconclusa "Debo terminar algunos ensayos y estará listo". ¿Entonces el informe del glifosato es un fraude científico?


Este caso tiene la forma de los fraudes perpetrados por científicos que publican sus resultados a la prensa para causar un efecto en la opinión pública. Si bien es un llamado de atención que requiere al menos la expresión de la duda, en realidad, no es posible saber si lo dicho es cierto hasta que no se publique un informe detallado de la metodología, de los resultados y de la interpretación del conjunto del estudio. Es decir hasta que se cuente con información que permita evaluar que los dichos sean consistentes con los hechos. Con la información que apareció en los periódicos no se puede afirmar ni refutar si el glifosato es perjudicial a los seres humanos. Quien tome posición, a favor o en contra, sólo con esa información estará haciendo un acto de , basado exclusivamente en la creencia y no en los hechos. La verdad está indeterminada y le toca jugar al responsable que llamó a la prensa. Aunque este caso sea casi calcado de varios fraudes científicos en lo que respecta al modo de publicación y al argumento de la conspiración, nadie puede afirmar que se trate de un fraude.


Este caso tiene una diferencia sustancial con el caso de la crotoxina. En aquella ocasión el gobierno actuó de inmediato para conformar una comisión de oncólogos especialistas para que evalúen las investigaciones lideradas por Vidal. El resultado fue, lamentablemente, que se trataba de una fantasía. En esta oportunidad esa acción no existe, y debería ser imperativo que el Estado actúe tanto por la gran sensibilidad que generó el tema como porque si resulta cierto las consecuencias a la salud pública son atroces. Si fuera así las empresas y los organismos que aprobaron el glifosato deberían dar explicaciones y reparar los daños y el denunciante debería ser tratado como un héroe de la humanidad al que todos deberíamos estar agradecidos.


ACTUALIZACIÓN DEL 15 DE MAYO


Publica el mismo medio que generó la noticia:


"El Comité Nacional de Etica en la Ciencia y la Tecnología (Cecte) recomendó al ministro del área, Lino Barañao, la “urgente creación” de una comisión interdisciplinaria de especialistas para que se expida sobre los “posibles riesgos” del uso del químico estrella en el modelo actual de la agroindustria local. También pidió que los expertos convocados no tengan vinculación académica o económica (ni pasada ni presente) con empresas del sector. La recomendación del Cecte se produjo como consecuencia del debate que abrió la publicación en Página/12 de la investigación del científico Andrés Carrasco, que confirmó efectos letales del glifosato en embriones anfibios."


Así que el llamado de alerta que realizaba al final del artículo queda anulado por la iniciativa del Cecte.


Se trata de una acción muy importante ya que se podrá evaluar objetivamente si el estudio existe, si su metodología fue adecuada y si sus resultados son válidos. La racionalidad prevaleció frente al impacto de eso tan subjetivo que es la "opinión pública", ese comité no eligió publicar una nota a los medios dando un dictamen acerca del tema sino, sin tomar posición, busca responder a la pregunta ¿POR QUÉ?


Esta actitud que involucra la participación del Estado en este tema tan sensible, además, es doblemente valiosa por cuanto no se escudó tras el "Principio de Precaución". A los ambientalistas radicales no les interesa conocer si el glifosato es perjudicial para la salud ni que se investigue para clarificarlo, ellos "ya lo saben" y sólo les interesa la prohibición. En las semanas posteriores a la primer publicación periodística sobre el peligro del glifosato diversos grupos ambientalistas invocaron el principio de precaución para detener el uso de ese químico de 18 átomos.


Transcribo un párrafo acerca del Principio de Precaución del libro "Señor Pata de Cabra. Crítica a la Sinrazón Pura"


El irracionalismo de los grupos ambientalistas radicales se manifiesta en los fundamentos de su prédica anticientífica y antitecnológica. Debido a la diversidad de sus expresiones se dificulta sintetizar su pensamiento, aunque hay un dogma central que es común a todos ellos e inclusive a muchos ambientalistas no radicalizados. Este dogma puede ser llamado la "falacia ambientalista" y se trata del "Principio de Precaución". Esta idea consiste en detener o prohibir el desarrollo o la investigación de un tema del que se sospecha que perjudica al ambiente o a la salud. Lo absurdo de este dogma es que no se requiere de fundamentos probatorios para invocarlo, en cambio se pretende que los que desarrollan la tecnología son los que deben demostrar que su producto no es perjudicial en el aspecto que se le ocurre al denunciante. Esto es imposible desde lo lógico y lo práctico, se trata de una acción tramposa que pretende invertir la carga de la prueba, ya que el que hace la afirmación ("el producto A ocasiona el perjuicio B") es quién debería presentar las pruebas y no el denunciado. Es decir si un ambientalista denuncia que cierto agente causa un determinado daño en el futuro, lo correcto es que sea él quien lo demuestre con evidencias en lugar de emitir una sospecha vaga y acusatoria, pero con fuerza de condena. El Principio de Precaución, además, trae aparejada la idea que la tecnología o el desarrollo del conocimiento tengan riesgo cero, lo cual es imposible. La ciencia, que es el mejor método que disponemos para conocer, no es absoluta con lo cual el riesgo cero es imposible de predecir. Si se aplicaría el Principio de Precaución con la rigurosidad pretendida por los ambientalistas radicales se debería detener toda la investigación y eliminar todos los avances tecnológicos de los últimos 10.000 años. Todos los medicamentos o terapias médicas deberían ser prohibidos, lo mismo que todos los productos tecnológicos, desde los lápices y las palas pasando por los marcapasos y las computadoras hasta las incubadoras para bebés prematuros. La forma habitual del discurso de estos ambientalistas es "se debe prohibir X porque desconocemos sus efectos negativos en el futuro". En última instancia esta falacia es una trampa que pretende detener el conocimiento.